Esta es la premisa con la que parte el libro carro de
combate, libro que nació del trabajo colaborativo de reporteros independientes
interesados en la manera en que se produce buena parte de los alimentos y artículos
que consumimos.
Pero, Carro de Combate va más allá y cuestiona el modelo de desarrollo orientado al “crecimiento infinito” como si los recursos con los que cuenta el planeta lo fueran. El trabajo periodístico realizado es valiente y exhaustivo, ya que se enfrenta a los intereses de grandes empresas que suelen ser muy opacas en sus formas de operación y se ocultan terciarizando sus actividades.
Las consecuencias negativas de este modelo de producción y
consumo suelen llamarse técnicamente externalidades, es decir, se presentan
como fallas ocasionadas por factores externos al modelo, sin embargo, se busca
poner en duda el mismo modelo de desarrollo elegido, el cual por supuesto
beneficia a quienes detentan el poder económico y controlan las cadenas comerciales
desde la producción, la distribución y el consumo.
El libro muestra cómo es que a las corporaciones desarrollan
estrategias, que son apoyadas y suavizadas por el marketing, repiten prácticas
similares a las de la esclavitud para mantener los bajos costos de producción,
pero además señala como ejercen presión económica y política a productores y
gobiernos para favorecer y estimula el apetito
insaciable de cosas materiales, algo a lo que Platón llamaba: Pleonexia, lo
cual consideraba una enfermedad.
Los autores ( Laura Villadiego y Nazaret Castro), nos llevan a realizar un breve recorrido desde la década de los 30’s del siglo anterior, pasando por los años dorados del capitalismo (1945-1970) para llegar al momento actual del llamado neoliberalismo, con el fin de adentrarnos a conocer la lógica que guía el modelo de consumo actual.
Pero además de entender la problemática, el libro hace un aporte más y es el de mostrarnos las alternativas al consumo que hacen varias organizaciones alrededor del mundo. Nos despoja de la sensación de indefensión y muestra que es posible otro modelo de producción el cual tiene como principal motor el consumo consciente de quienes demandamos bienes y servicios.
Repitiendo lo que los autores argumentan en su libro “si el
consumo es un acto político, la primera batalla es la de la información”.
En el libro que hemos venido revisando Theories of consuption de John Storey se presenta una tercera teoría del consumo para explicar las razones del consumo actual en las sociedades capitalistas, esta es su pregunta central ¿por qué consumimos tanto en las sociedades capitalistas?
Según se muestra en esta teoría con los argumentos de Collin Campbell, quien es profesor emérito de la Universidad de York U.K. “para conocer el desarrollo de las modernas formas de consumo se debe pasar por saber que se dice de la ética romántica”. La cual surgió en el siglo XVIII y se convirtió en un movimiento cultural y artístico que se sostuvo.
Según Campbell hay una separación entre el mundo interior (subjetivo) el mundo exterior (objetivo), lo cual había sido señalado por Weber como un proceso llamado disenchantment(desencanto).
En esta separación de mundo objetivo y subjetivo y con respecto a la cultura y el consumo, tanto el artista como el observador tienen la capacidad de recrear, es decir “entrar en contacto con lo subjetivo”. El romántico debe confiar en sí mismo y buscar las respuestas en el interior. Había que buscar experiencias poderosas que buscaran principalmente el de placer por medio de las cuales se podía entender el mundo y a uno mismo. El consumo era capaz de otorgar estas respuestas.
En esta visión, tanto el productor como el consumidor, tienen acceso a recrear lo que observan (tocan, escuchan, etc) de esta manera tanto el pintor como quien mira la obra pueden recrear su propia experiencia y la del otro a través de la obra, y en buena medida sirve de argumento para el consumo cultural. El vuelco que se da es el de buscar el placer de la sensación a la emoción.
En el cuerpo central del planteamiento se expresa que mientras el hedonismo tradicional busca placer en los objetos, el hedonismo moderno lo encuentra en el significado de los objetos y en las prácticas.
Las experiencias y los significados se llenan de deseo por experimentar placer, pero un placer que se busca en lo que se imagina que experimentará. Es decir, la búsqueda del placer no está en lo que ya conoce sino en lo que aún no experimenta.
Dicho placer es auto-ilusorio, porque “la consumación del deseo es siempre una experiencia desilusionante”, pero tiene sentido en el consumo de las sociedades modernas, la búsqueda de cada vez más y más objetos dotados de “novedad” e “insaciablidad”.
La publicidad moderna ha explotado muy bien estos postulados, por lo que ahora no se ofrecen productos, se ofrecen “experiencias”, “formas de vida”.
Los productos son revestidos por aquello que el insaciable “buscador de experiencias” debe encontrar, y por tanto se entra en la ilusión de que no se compra un libro sino la posibilidad de recrear la emoción del artista, no se compra una fruta o un café sino la experiencia del campesino en el campo (imagen de por si romantizada), según esta publicidad no te hospedas en una cabaña, sino que reconstruyes la experiencia de vida local.
En fin, si podemos detenernos un momento y ver el producto (experiencia- emoción) que se compra, se podría dilucidar si está o no revestido de esa ética romántica, te invito a hacer el ejercicio.
comiensa
“Algunas cosas hay que provocarlas”
Sigamos en contacto ¿Cómo puedo apoyar este proyecto?
COMIENSA Comunidades Integradas. Enlace, Servicios y Asesoría.
En esta entrada mostraremos otra explicación a las causas de ¿por qué consumimos tanto en las sociedades capitalistas? esto, partiendo de la Teoría de la Emulación Social.
Esta teoría buscó describir las causas del aumento del consumo en
el siglo XVIII, atribuyéndolas a la emulación (imitación) social. Emulación que se daba principalmente de las clases bajas a las clases altas, en una trayectoria de abajo hacia arriba y siempre aspirando al modelo cultural de la clase inmediata superior a la que se pertenecía.
La proximidad entre clases favorecía que la aspiración de pertenecer a la clase superior inmediata pareciera factible, dando la esperanza de movilidad social, asunto que hoy en día podría cuestionarse debido a la enorme brecha que se ha abierto entre clases sociales, es decir a la desigualdad.
Una expresión que favoreció la ventaja de ciertos sectores y países puede ser ejemplificarla en la moda y las reglas del vestir. La moda como expresión cultural muestra estatus para quienes observan y para quienes la consumen, así, la manera de vestir puede marcar diferencias expresadas cuando se viste de traje sastre, de marcas caras o si se usa uniforme ya sea de obrero o el propio que se ofrece a la servidumbre para distinguirla.
Según esta postura teórica, las clases sociales inferiores pueden observar el consumo de bienes de clases altas y encontrar en ello los patrones culturales deseados, esos patrones culturales enmarcados por el consumo sostenido de ciertos artículos representó el estilo de vida deseado.
La aspiración de pertenecer la clase superior inmediata parecía un móvil para garantizar o procurar la estima social y la búsqueda de estatus. Pertenecer o parecer cercano a la clase superior a que se pretendía llegar era promesa de concretar la deseada movilidad social.
Esta propuesta teórica tiene una base darwinista que asume una visión evolutiva, donde las clases sociales superiores tienen estilos de vida deseables para la sociedad.
Dicha teoría además, se relaciona con la “teoría de la clase ociosa” (Veblen) la cual busca explicar que no siempre se prefiere comprar a precios menores y que se puede elegir comprar a precios mayores por emulación, de tal manera que cuando se baja el precio bajan también la demanda, postulado que es contrario a la teoría de precios.
Según expresa la teoría, mientras más caros son los “trofeos” u propiedades que se muestran, mayor será el prestigio, estatus, hazañas individuales y la estima que se tiene a una persona, de alguna manera esto podría explicar la admiración rendida a ciertos empresarios, de los cuales suele decirse son “lobos” que logran trofeos por sus méritos o “astucia” personal, dichos trofeos son lugares, propiedades, estilos de vida suntuosos o relaciones personales marcadas por la predilección por altos estándares de belleza. Así mismo puede explicar por que se prefiere pagar más dinero por un producto y dejar de comprarlo si baja de precio.
El mensaje que se da es que al mostrarse lo ostentoso del consumo se demuestra que se tiene el tiempo y poder para dedicarse a tareas más nobles y honorificas “como la guerra o el gobierno” mientras un consumo con estándares inferiores se relaciona con las clases trabajadoras que deben ocuparse de tareas “más bárbaras”, como los oficios o el trabajo de producción.
Así, elevar el nivel de consumo muestra la espiración de pertenecer a clases que tienen mayor estima social. Una forma de mostrar dicha aspiración puede rastrearse a través de aquello que se exalta en redes sociales, donde mediante la publicación del lugar al que se acude, el medio de transporte que utiliza, el tipo de alimentos que se toma, los lugares en que se vacaciona, los productos que se adquiere, etc, se pretende demostrar que se mantiene un estatus de consumo superior o suntuoso, lo cual podría explicar que la aspiración por un “nivel cultural” superior pasa por consumir de la misma manera que aquellos.
Consumir tanto, se entenderá entonces como un esfuerzo por acumular bienes (insignias), mantener el estatus de consumo y por tanto la aspiración de movilidad a la clase superior inmediata. Esta visión pasa por considerar la riqueza como fuente de refinamiento (lo cual se atribuye a las clases altas), pero deja de lado la desigualdad.
La teoría se complejiza con las críticas y las propuestas explicativas que se van acercando a las motivaciones de consumo, pero también acumula críticas.
Entre las críticas a la teoría, encontramos la acusación de ser una “explicación limitada” ya que se dice que el consumo se debe a muchas otras cosas además de la emulación.
Otra crítica se centra en que no es posible determinar el valor simbólico de todos los consumidores, ya que cada uno tendrá para los bienes adquiridos significados distintos.
Sumando a estas críticas, se plantea que mientras se complejizan los grupos sociales y sus expresiones culturales no hay certeza de a qué grupo social nos referimos o a cuál se quiere emular, es decir que aun en estratos de vida con mayores niveles de consumo la diversidad de expresiones culturales es enorme, por tanto ¿a cuál grupo o estilo de vida se emularía?
Por último, se puede observar que las clases altas también buscan determinados momentos y productos de consumo para emular a clases inferiores, así se presentó en clases altas la moda de vestir ropa de campesino, de obreros y de personas que habitan en barrios bajos, de acudir a sitios o espectáculos menos refinados, etc. Más ejemplos de emulación de estratos altos a estratos bajos podrían ser: el consumo de bebidas menos sofisticadas o destilados de menor precio como el mezcal, el pulque o algunas otras bebidas, la sustitución de artefactos especializados por sustitutos reciclados, o de reúso entre otras formas.
De cualquier manera, la teoría es una apuesta explicativa que puede ser utilizada hoy en día en ciertos casos y pone puntos de partida para desenmarañar el consumo.
El arrepentimiento, es un sentimiento que parece no tener cabida cuando de mantener el orden social se trata. Mucho menos cuando éste tiene que ver con la maternidad.
Se espera de todas las mujeres que tengan el deseo instintivo de ser madres y además de que lo hagan bien, es decir que cumplan el rol natural y “normal” de la maternidad.
¿Pero hay madres que se arrepientan de serlo? La socióloga israelí Orna Donath, se encuentra en su estudio, con mujeres que abiertamente aceptan que convertirse en madres no fue lo mejor que les pudo pasar.
Estas mujeres tienen que enfrentar el mandato social de sumarse a la norma, de aceptar en público que la maternidad es una situación deseable pese a todas las calamidades de tener un trabajo de tiempo completo, y el cual, las obliga a renunciar a sus deseos e intereses personales.
Dichas madres son tratadas de egoístas, de anormales, de “confundidas”, y se les presiona diciéndoles que “ya pasará” “que al final descubrirán que “es lo mejor que les pudo suceder”, que “su esfuerzo valdrá la pena”, pero cuando en su libro muestra madres de distintos niveles socioeconómicos, nacionalidades y edades (de ellas y sus hijos), muestra que el arrepentimiento es un sentimiento que puede perdurar a lo largo de la vida.
Pero no hay que confundirse, no es falta de amor a los hijos, ni fantasías de hacerles daño, es la posibilidad de verse en un presente sin la obligación de criar a un hijo y además de tener que “hacerlo bien”.
Dichas madres suelen esconder este sentimiento para sus adentros o mostrarlo sólo en las sesiones de terapia, ya que no pueden expresarlo a las parejas, a otros familiares, o incluso a otras madres sin ser juzgadas. La maternidad parece ser una decisión privada, pero se evalúa de forma pública.
El libro de Donath titulado Madres arrepentidas es una puerta de acceso para conocer el arrepentimiento y la ambivalencia ante la maternidad, pero además es sugerente ya que saca el tema de la academia y de su relación con características propias de las condiciones económicas, de la situación conyugal o del estado civil.
Es un libro que nos lleva a cuestionar el valor de reevaluar el pasado personal y de los dictámenes propios de una sociedad neoliberal y capitalista, basada en el espíritu del progreso y de la promesa del logro futuro conseguido con el sacrificio presente. Evaluar el sentido utilitario y hedonista de detenerse a mirar el pasado, donde se dice que sólo tiene razón de ser si “recordamos para sentir un poco de nostalgia placentera y seguir”, o solo si miramos atrás para saber “qué hicimos mal” y buscar remediarlo.
La autora nos lleva con los datos recolectados en sus entrevistas y casos, a concebir a las madres como seres humanos y a la maternidad como una relación entre dos individuos y no como una obligación.
Sin duda un libro que debe leerse con la apertura propia de la comprensión empática.
El consumo parece ser un tema de expertos en economía, o en alguno de los casos, un tema en el que solo se interesan los creadores de marketing.
Mirar las tendencias de consumo y observar sus razones e implicaciones es algo que hemos dejado solo para aquellos que se interesan en maximizar ganancias. Es decir, lo dejamos a la economía convencional.
Pero el consumo también ha sido visto por otras disciplinas, entre ellas la antropología. El libro de Douglas e Isherwoord (Douglas, 1979), es un acercamiento serio y fundamentado a la antropología del consumo. En él se busca dar respuesta a preguntas tales como ¿Por qué la gente necesita mercancías? O ¿por qué la gente ahorra? En sus páginas se atiende tanto a la ciencia económica como a la antropológica, buscando hacer contraste para llegar a explicaciones de puntos oscuros o “cajas negras” donde la economía ya no logra abundar.
Ciertamente el interés principal se contrasta con la microeconomía, pero de este interés se desprenden explicaciones, que buscan llevarse de las acciones de la vida social cotidiana, a las de las naciones a través de la política.
Lejos de considera al consumidor como un sujeto presa de los impulsos de consumo provocados por trucos de mercadotecnia o de una visión en la cual el consumo responde solo a necesidades que pudieran catalogarse como básicas o suntuarias, en el libro se da un giro a mirar al consumidor como un individuo consciente que hace elecciones racionales ,y bajo el lente de la antropología, se pone en marcha una serie de explicaciones sustentadas en la observación de un tiempo antropológico que incluye la perspectiva misma del individuo en su trayectoria de vida.
Las mercancías dejan de ser solo objetos que se intercambian y se miran como símbolos culturales, que mediante su circulación, permiten establecer y mantener relaciones sociales que dan sentido al mundo de vida de las personas.
El intercambio de mercancías se observa como un proceso ritual que ayuda a dar sentido al “rudimentario flujo de acontecimientos”, como los mismos autores le llaman. El consumidor presentado busca construir un universo inteligible con las mercancías que elije.
Las mercancías entonces se visualizan como medios para alcanzar objetivos y no como fines en sí mismas.
La hipótesis central del libro expone que el objetivo del consumidor es operar un sistema coherente de información mediante el uso de servicios marcados.
Así las mercancías son expuestas como medios y no como simples objetos de deseo, en palabras puntuales de los autores: “como hilos de un velo detrás del cual palpitan las relaciones sociales”.
Finalmente los autores advierten, que las mercancías solo forman el perímetro de modelo y que atención ha de centrarse en el flujo de intercambios, lo cual no será ya solo objetos o servicios por moneda.
El libro que en su momento fue pionero del tema, guarda una vigencia digna de leerse o retomarse no solo por interesados en las ciencias sociales, si no por todo aquel que la curiosidad lo lleve a preguntarse cosas que se normalizan en las explicaciones económicas.
Portada del libro: El enamoramiento y el mal de amores. Alberto Orlandini.
Por: Mtro. Rodrigo Rguez
Cercano al 14 de febrero el tema del amor aparece de nuevo por todos lados. No es que el amor desaparece el resto del año, pero este día en particular se hacen llamados por varios frentes y con distintos objetivos para acordarse del amor, el enamoramiento y el mal de amores.
No pretendo llenar este espacio con frases cursis y hechas, pero siempre vale la pena adentrarse en este tema del cual tarde o temprano termínanos disfrutando o padeciendo.
Alberto Orlandini, ofreció a finales de los 90 y principios de los 2000 el libro llamado “El enamoramiento y el mal de amores”. Lectura por demás recomendable por mantener un carácter bien documentado y una prosa placentera que mantiene al lector siempre atento.
Orlandini, con su formación como médico psiquiatra, hace un recorrido por varios aspectos del llamado enamoramiento, desde su explicación neuropsicológica, hasta su aspecto psicológico, cultural, legal, sociológico y literario.
El amor, el enamoramiento y el mal de amores son presentados desde las posturas de los amantes, los amados, los especialistas, los hijos, los padres y los amigos.
La lectura del libro es por demás divertida y enredado en sus renglones encontrarás bastas reflexiones sin ningún carácter moralizador o dictador de buenas conciencias, lo cual se agradece, considerando el tema tratado.
Uno de varios aciertos que tiene el libro es su vasto glosario, que ayuda a esclarecer el tema aún más para el lector lego y ajeno a esta jerga.
Va pues la recomendación, disfruta el libro, pero sobre todo disfruta eso que sientas cuando llamas a algo amor.
En un momento en que parece que existen tantas formas de comunicar, venimos a darnos cuenta de que las que utilizamos no logran ser las más eficaces.
En una conversación que tenia con una mujer cercana a los cuarenta años de edad, comentábamos de la costumbre arraigada en su familia de tener “juntas familiares”. Estas juntas consistían en que al momento de presentarse una situación que se considerara problema en la familia, todos los integrantes de la misma se reunían para hablar sobre el hecho y buscar un rumbo distinto para el mismo. Al parecer muchas de las situaciones problema lograban tener un rumbo favorable después del incomodo evento que significaba ponerlo sobre la mesa, sin embargo invariablemente persistían un sentimiento de haber hecho algo mal.
Esta conservación me llamaba particularmente la atención ya que la persona con la hablaba, forma parte de un grupo comunitario que encuentra como primer problema identificado en su comunidad: “no saber decir lo que queremos”. ¿Qué pasaba entonces con la comunicación cuando la costumbre de las juntas familiares era una oportunidad? Recuerdo entonces que una primera propuesta que encontramos fue revisar la manera en que esta oportunidad (las juntas familiares) se realiza, es decir, revisar como se da el proceso de la comunicación.
Entonces la opción fue recurrir a un viejo mapa conceptual del libro En contacto íntimo de Virginia Satir (Satir , 1981). Su propuesta es bastante clara, partir de una comunicación con una autoestima que permita vivir libremente. Pero seguro más de una vez habían ya escuchado hablar de esto, aun así resultaba ser un tema de entrada para hacer trabajo comunitario, aunque debo decir que una propuesta de este tipo sería desdeñada por muchos que olvidan que hay quienes no tienen la oportunidad para detenerse a reflexionar estos temas.
El taller armado desde la propuesta de Satir, hacia un llamado a la congruencia, pero siempre que se tocan estos temas, se tiene que estar dispuesto a tomar una posición después de confrontar el dialogo interno contra el dialogo externo. Conforme las reuniones a forma de taller se desarrollaron, se generó cierta expectativa entre otras personas de la comunidad. En un par de ocasiones se acercaron esposos de las asistentes que pese a las invitaciones directas nunca se incluyeron de manera activa, sólo se limitaban a mirar al interior del salón de la delegación en que se realizaban las reuniones.
Parte importante del taller consistía en hacerse preguntas y salir del salón con algunas reflexiones. Cada una de las integrantes se ponía tareas así misma que debía cumplir y compartir con el resto del grupo en la reunión posterior. Mientras tanto el equipo que diseñábamos e implementábamos el taller, nos preguntábamos si habría sido una buena idea empezar con estos temas en un grupo, que había nacido para realizar trabajo comunitario. Debido al cause que tomaban los talleres ya no podíamos dar marcha atrás, solamente quedaba observar con atención lo que sucedía.
Los talleres terminaron y evaluamos con el grupo lo que había sucedido. Las reuniones familiares era algo que se replicaba en las familias, considerando la oportunidad que nos habían compartido. Los esposos estaban intrigados ya que en un ambiente con marcadas desigualdades de género tuvieron que escuchar la opinión de mujeres e hijos, aun en algunos casos de manera involuntaria. Los comentarios de algunos hombres la comunidad fueron muy dispares, algunos reaccionaron impidiendo a las esposas ir a “esas reuniones” algunos otros aceptaron tácitamente y otros (los menos) alentaron a las mujeres a seguir y “aprender a decir las cosas, para que aprendan los muchachos”.
También el equipo que planeamos y realizamos los talleres tuvimos nuevos aprendizajes y reafirmamos que hablar de desarrollo no puede limitarse a infraestructura y servicios, es necesario tomar más tiempo para detenerse en lo más importante: las personas. Retomar estos temas en este caso permitió orientar una perspectiva de género, ya que esto era una demanda. Empoderar, ayudar a reconstruir el tejido social, formar comunidad, todo esto parecían palabras vacías si no lográbamos acércanos a lo que Satir llamaba hacer contacto es decir:
Comportarse honestamente y compartir tus éxitos y problemas honestamente. Es la forma de mantener tu integridad, de alimentar tu creciente autoestima y a la larga fortalecer las relaciones contigo mismo y con los demás.
De muchas maneras esto forma parte de ir camino a comunidad.
Sucedieron un par de cosas interesantes al final y principio de año. En la celebración de año nuevo, tuve la posibilidad de compartir la mesa y la charla con un grupo de médicos que estaban por dejar su vida profesional activa. Ya entrados en el calor de la conversación reflexionaban acerca de su práctica en la medicina y de esa “medicina científica” que habían profesado. De los seis médicos presentes ninguno podía sostener la idea que la medicina alopática era mejor sobre otras medicinas. Al final de sus carreras profesionales unos habían virado a la homeopatía (aunque seguían combinándola con la alopatía), otros hablaban de la medicina preventiva y otros de la medicina social, a pesar de todo se caía en un punto en común: La medicina ve a la enfermedad como su enemiga.
Varios días después (y muchos kilómetros de distancia), el tema volvió a relucir en una conversación con dos grandes amigas, ambas alejadas de la medicina. Lentamente el tema de la aplicación que las ciencias sociales deberían de tener en lo que algunos llamarían “patologías sociales”, es decir de la trascendencia de entender, explicar e intervenir con grupos sociales, fue virando a lo que algunas ciencias aportaban al desarrollo social. Inevitablemente mi formación como psicólogo surgió y termine hablando sobre un libro que creía olvidado y extraviado.
La enfermedad como camino, se llama el libro. No es un texto nuevo, hace ya casi 20 años que se editara su traducción al castellano. Yo leía en aquel entonces la séptima edición. El planteamiento del autor sí era para mí interesante y novedoso, puesto que muestra de una manera distinta a la enfermedad, “la enfermedad nos hace sinceros” dirá. Este texto niega que existan enfermedades, solo existe “La enfermedad” y diversos síntomas. En todo caso estaríamos confundiendo los síntomas con “enfermedades”. La enfermedad no es algo ajeno al ser humano contra lo que hay que luchar, ya que el hombre es en sí un ser enfermo, incompleto. El hombre ha hecho una apuesta exagerada en el YO, es fundamentalmente egocéntrico, olvidando que nace de la unidad y que los planteamientos polares acentúan su ser fragmentado.
Texto fácil de leer más no de asimilar, de hecho la invitación no es a devorarlo, sino a paladearlo como se haría con un platillo nuevo, mirar en él lo que pudiera ser trascendente y sentir con todo el Ser la manera en que confronta nuestra relación con nosotros mismos y con la unidad.
La advertencia que el mismo libro hace no es por demás, no es un texto científico en el plano más tradicional del término, no es un libro de consulta y mucho menos para realizar diagnósticos, el libro busca una manera de entender al ser humano a través del tema de la enfermedad.
Es osado en tanto que busca llevar al plano de la conciencia lo que en el cuerpo se manifiesta, lanza a manera de preguntas algunas líneas para que cada cual interprete los síntomas en un plano social, psicológico y espiritual. Una invitación constante a pensar en la “rigidez del soldado”, en el “cáncer social”, en la “cercanía que las tecnologías de la información y la comunicación nos brindan” y que paradójicamente nos alejan del “nosotros” que puede tocarse, para encerrarse en el Ego que no puede guardar secretos y piensa en voz alta.
Un buen pretexto para el lector, para detenerse a re- interpretarse y re- plantearse la manera en cómo se relaciona con él mismo y con los otros, con la unidad.
Seguramente, este camino no es ajeno a los que otras medicinas plantean, pero si complementa la voz única (y por tanto como toda voz única hay que dudar un poco de ella), que la medicina, la ciencia en sí, y el peso desmedido en la racionalidad y el “progreso por el progreso” imponen.
El libro me volvió a atrapar y obligadamente me llevó entre líneas a pensar en ese otro camino, el de la sombra y la enfermedad que por negada no deja de existir.
Mientras leía el libro Cómo sobreviven los marginados (De Lomnitz, 1975) pensé en cuantas “Privada del Cóndor” quedan anotados en la lista de pendientes de esa bitácora de viaje, no solo de la mía, sino de tantos que en los caminos se reconocen.
Sin duda, los que tienen los necesarios hábitos del antropólogo (conversación placentera, buena pluma y buen uso de los ojos), estarán de acuerdo, y podrán afirmar con mejores argumentos que el que ahora escribe, que este libro escrito en los 70’s está brillantemente narrado, con una calidad de observación que permite viajar a “ese México y ese tiempo”. Los otros, los más, al tropezar o redescubrir el texto quedaran encantados con la manera en que se concibió.
Pero hay otros tantos que no desconocerán el paisaje de Privada del Cóndor. Cuando en los 70´s se escribía el libro, México pasaba del abandono a las promesas del campo, al sueño prometido de la urbanización y sus posibilidades. Posibilidades para quienes se convirtieron en protagonistas de historias que muchos tantos comentaron en el aula o el café. Cómo decir que el titulo no es bastante sugerente, mirar y comprender como hacen “ellos para sobrevivir”.
Las ciudades se convertían en tierras prometidas donde por fin quedaba detrás el desempleo, el hambre, la falta de oportunidades. Tierras prometidas a las que se llegaba aceptando la mano del que fuera compañero de juegos en la niñez y que había sabido encontrar la vereda de salida de la tan (quien sabe porque) querida tierra sin esperanzas. Le pasaba al Distrito Federal y le pasaba a paso menos acelerado pero no menos firme a la ciudad de Guadalajara.
Hoy por hoy existen otros tantos marginados. El consejo Nacional de Evaluación (CONEVAL) pondría la atención en una pobreza multidimensional, el Consejo Nacional de Población (CONAPO) nos llamaría a ver la marginación y el índice de desarrollo humano. Pero los marginados, tercos, siguen ahí.
El texto al que me refiero es muy claro, nos deja ver las distintas formas de enfrentar la marginación de aquellos días. El compadrazgo, hacer olla común, compartir los saberes, los prestamos sin fines lucrativos, tender la mano al que no conoce “ese otro México” el que habitan los que aparentemente no son marginados.
Y encontramos linea a línea la respuesta los marginados sobreviven “gracias a una organización social sui generis, en que la falta de seguridad económica se compensa mediante redes de intercambio reciproco de bienes y servicios” según la tesis que la autora sostiene.
Queda un hueco en estas redes, la participación social y política. Alrededor de 30 años después de publicado el citado libro, el DF tendría la primer Ley de Desarrollo Social, sin embargo no bastaría para que la participación social se presente.
El aprehendizaje de Lomnitz esta plasmado en este libro. Los marginados aun siguen aquí y el efecto multiplicador va llamando(nos) a engrosar las números. Las redes de intercambio siguen existiendo, pero México (Privada del Cóndor) ya no es el mismo, las redes ya no pueden ser las misas, ahora hay otras tareas y otros tantos pendientes.
Si algo ha mantenido de pie a este México, son las redes surgidas de la solidaridad cuando se sabe rebasado lo que otros pueden ofrecernos. Tristemente los casos son emblemáticos: el ´85 en México, el 22 de abril en Guadalajara, entre otros tantos ejemplos. Aun nos falta reconocer las redes que podemos formar, redes de participación, de información, económicas, políticas, de seguridad, de aprendizaje. Aun más reconocer no solo significa saber que existen, sino hacer fuertes aquellas que nos atañen.